En España somos muy de admirar lo ajeno y de dedicarle poco tiempo a lo propio (como es de aquí, será castizo y soez, claro). No es casualidad que el retrato de Quevedo hecho por Velázquez esté en la casa del general Wellington, en Londres. Esta mentalidad es responsable de que hayamos tratado injustamente a muchos de nuestros artistas a lo largo de la historia. Es el caso de Manuel Chaves Nogales (Sevilla, 1897 - Londres, 1944), un magnífico escritor y periodista relegado al ostracismo por no casarse con nadie en tiempos de una España polarizada.
A Chaves Nogales el oficio le vino de familia: su padre (Manuel Chaves) y su tío (José Nogales) trabajan para El liberal en Sevilla. Manuel muestra desde muy temprano cualidades para continuar el legado familiar. Trabajará en distintos periódicos en su ciudad natal, pero esta pronto se le queda pequeña y se traslada a la capital, donde desarrolla el grueso de su carrera periodística (cuando no está de viaje). En Madrid colabora en muchas publicaciones (El Heraldo, Estampa, La Gaceta Literaria...) y participa en numerosas tertulias literarias. En 1927, gana el Mariano de Cavia, premio periodístico muy prestigioso en el momento por La llegada de Ruth Elder a Madrid, una crónica del primer viaje transatlántico aéreo realizado por una mujer aviadora. En avión precisamente recorrrerá Europa entre 1927 y 1936 Chaves Nogales, realizando audaces reportajes acerca de la Rusia comunista y la Alemania nazi. En 1935 había alcanzado reconocimiento su obra más famosa: Juan Belmonte, matador de toros, una biografía del mítico torero de Triana, considerada una de las mejores obras taurinas que se han escrito.
A finales de 1936, cuando el gobierno republicano se desplaza a Valencia, Chaves Nogales se resigna a exiliarse en París, donde colaborará con distintos diarios, franceses e hispanoamericanos. En uno de ellos publicará fascicularmente su mejor obra: A sangre y fuego. Héroes, bestias y mártires de España. El libro es su testimonio de la Guerra Civil a través de un compendio de nueve relatos cortos independientes basados (según el autor) en vivencias de la guerra; que reflejan el sinsentido de la violencia por parte de ambos bandos, desde la perspectiva de alguien que representa a esa "Tercera España", que no estaba ni con unos ni con otros. El autor, que ya no pisaría España en vida, muere en Londres en 1944.
La de Chaves Nogales es una mirada limpia, de alguien alérgico al tremendismo y capaz de desnudar los totalitarismos de la primera mitad del siglo veinte. Su prosa periodística es literaria, tiene valor en sí misma; y sus relatos se nutren de la verosimilitud que aporta manejar la realidad como un gran periodista. Su recuperación como referente, tanto del periodismo como de la literatura, se la debemos a autores como Andrés Trapiello o María Isabel Cintas, que, desde hace veinte años, han bregado para que su obra sea reconocida más allá de biografías de toreros. Decía al principio que en lo intelectual tendemos a preferir lo foráneo. Pues no estaría nada mal mirar un poco hacia dentro y hacerle un hueco en nuestro canon al sevillano que adelantó por treinta años a Truman Capote con una transgresora novela-reportaje.





